sábado, 12 de septiembre de 2015

Ángel&Demonio - 2





Capítulo 2


Celeste alcanzó el vaso de agua situado justo al lado de la mesa. Sentado frente a varios ordenadores, a su izquierda, Poli, o como todos le llamaban, Poli. Uno de los últimos integrantes en el cuerpo. Reputado investigador en delitos informáticos a pesar de su corta edad.
─Ya he conectado con las cámaras del hotel. –informó Poli rascándose su cabeza anaranjada.
─Buen trabajo. ─dijo Celeste sentándose junto a él- Recuerden, el plan es averiguar que están buscando.
Apreció en cámara Javier Vila acompañado por el vendedor, Pablo Amat. El chico seguía portando su inseparable mochila y anteojos.
─Ya han llegado. ─habló Susana desde su micro- Vidal ha encargado un servicio… -paseaba por el pasillo interior del hotel donde solo tenían paso los trabajadores.
Poli cambiaba de cámara siguiendo a Vila. Cuando subieron en el ascensor, al no tener instalada una cámara de vigilancia, perdieron unos minutos el contacto con el objetivo.
─Jefa, ¿cómo vamos a saber lo que pasa dentro de la habitación? –preguntó Susana.
─Tiene, además del GPS, un micro dentro. –respondió Celeste.
Nada más terminar la frase, el micro de la tarjeta se activó. No podían verlos pero sí que los escucharían en perfectas condiciones.
─Necesito que me hagas un favor. –se escuchó la voz de Vidal de fondo ─Me comentaste que conocías a un francotirador militar, envíame sus datos cuanto antes
En la oficina Celeste seguía toda la conversación.
─¿Con quién habla? –preguntó la morena a Poli.
─Voy a intentar rastrear la llamada –se dispuso a ello.
Celeste esperó lo más paciente que pudo. Tras algunos segundos intentando localizar el número al que llamó Vidal desde su móvil lo encontró. En la pantalla del ordenador apareció la foto de un hombre de pelo largo, rubio y con varios tatuajes bajo la ceja y frente.
─Eduardo Montaña, alias Cobra –leía Poli los datos- Es un rebelde anti sistema, es bastante conocido en el mercado negro.
─Consigue la lista de los posibles hombres a los que pueda contratar –ordenó la chica ─ Pedro, ¿estás listo?
─No se preocupe jefa, está todo controlado –calmó a su superior.
El hombre, con los dedos índice y pulgar, pulsó el segundo botón del esmoquin.
─Todo perfecto. –empezó a ver lo que Pedro tenía justamente delante –Mueve un poco el botón hacia tu derecha, la cámara está inclinada.
─De acuerdo. –colocó el botón.
Celeste volvió a la conversación dentro de la habitación de Vidal.
─¿Hiciste tus deberes? –preguntó Vidal.
─Si. Me costó mucho hacerlo más pequeño. –dijo Pablo Amat con voz temblorosa.
─¿No deberíamos probarlo? –volvió a preguntar Vidal.
─¿Lo probamos? –preguntó a su vez Pablo.
Escucharon el sonido de una cremallera y seguidamente algo pesado posándose sobre la mesa. De fondo los dedos golpeando con las teclas de un ordenador portátil.
─El sistema de vigilancia es bastante bueno, creo que es perfecto para hacer una prueba –se notaba felicidad en la voz de Pablo Amat -¿Empiezo?
─No es solo una prueba. Hazlo como si fuera real –explicó Vidal al vendedor ─Realízalo de verdad, nada de pruebas tontas. Ábrelo.
─¿Por qué no comprobamos el dinero primero? –preguntó Javier Vila hablando por primera vez en la reunión.
Quedaron callados unos segundos.
─¿Se ha cortado la comunicación? –preguntó Celeste a Poli.
─Está todo correcto, sigue funcionando. –informó Poli tecleando y comprobando que todo fuera perfecto.
─¿Desde cuándo presentamos primero el dinero antes que la mercancía? –volvieron a hablar –Vale. Por ser nuestro primer trato vamos ver el dinero –claudicó Vidal.
En la oficina Celeste se desesperaba. Necesitaba ver lo que pasaba, no solamente oír. Rápida, alcanzó el micro.
─¡Pedro entra ya! –pegó un grito─ ¡Ya! –metió prisa al hombre.
─Ya estoy aquí jefa –puso al tanto Pedro.
A través de la cámara de Pedro se observaba la puerta donde se alojaban Vidal y Vila junto al vendedor. El hombre tocó dos veces la puerta marcando un pequeño ritmo. En cuestión de segundo abrieron la puerta.
─¿Qué quería? –preguntó Vila en la puerta.
─Hola señor, le traemos un regalo del hotel al señor Vidal. –dijo Pedro poniendo su mejor sonrisa.
Vidal se acercó hasta la puerta y con un gesto de los dedos invitó hizo que pasara el policía. Tras el carrito, que contenía varias copas junto a una botella de vino tinto, entró Pedro siguiendo la estela de Vila. Llegó hasta el pequeño salón donde se sentaba Pablo. Giró sobre sí mismo sin llamar la atención para que la cámara infiltrada recogiera toda la información posible buscando el paquete que había comprado Vidal al chico de gafas.
─Está justo sobre la mesa, a tu derecha –habló Celeste.
Pedro volvió a girar y quedó el botón justo frente al objeto en cuestión. En la oficina, Celeste recogió su pelo pasándose el mechón tras la oreja derecha.
─Averigua que es ese artefacto. –apremió al hacker anaranjado.
Pedro comenzó a abrir la botella ayudándose de un sacacorchos. Lo introdujo con fuerza dándole vueltas como si de un reloj se tratara. Tiró de la anilla y el corchó salió pegado.
─¿Qué es? –preguntó Vidal de nuevo refiriéndose al nombre del vino.
─Un L’ermita señor, del dos mil once –sirvió Pedro lentamente un poco en la copa ofreciéndosela después al hombre frente a él.
Vidal pasó la palma de su mano sobre la perilla canosa y bebió un suave sorbo de la copa.
─Es la primera vez que lo pruebo. Es extraordinario. –sonrió Vidal haciendo suya la botella.
─Gracias señor –agradeció el hombre ─Solo tiene que llamarme si necesita alguna otra bebida.
La conversación era demasiado rápida. Celeste necesitaba más tiempo para poder ver con exactitud la máquina. Se levantó de la silla y empezó a dar vueltas sobre la habitación. Volvió al micrófono. Apoyó los brazos en la mesa quedando la parte inferior de su cuerpo totalmente recta.
─Aguanta un poco más –volvió a hablar a Pedro por el pinganillo.
Pedro volvió a girarse antes de salir por la puerta. Se acercó hasta Vila quedando a unos tres metros de él.
─Si necesita compañía femenina también puede avisarme. –hizo un chascarrillo.
─Lo tendré en cuenta… ya puede retirarse –despidió a Pedro sirviéndose más vino en la copa.
Pedro salió dejando la pequeña mesita con ruedas dentro de la habitación. Cuando anduvo lo suficiente para que nadie le escuchara se puso en contacto con Celeste.
─Jefa, ya estoy fuera. ¿Sabéis de qué se trata? –preguntó.
─Poli sigue en ello, ya puedes retirarte. –despidió a su subordinado por el momento.
La mujer se sentó de nuevo junto a Poli. Observaba minuciosamente cada paso que el hacker hacía. Necesitaba que se diera la mayor prisa posible para poder detener al comprador, era el día exacto para poder echarle el lazo y llevarlo al calabozo.
─Sigamos… -se escuchó de nuevo a Vidal ─¿Dónde tengo que pulsar?
─Tiene que pulsar el botón rojo para que empiece a hacer su trabajo. –le dio las señas necesarias Pablo Amat.
─¿No hay una cuenta atrás? –bromeó Vila.
─No, ya está preparado, solo tiene que pulsar el botón. –dijo el chico.
Si no supieran lo que pasaba, Celeste y Poli achacaría al corte de las cámaras de seguridad del hotel a un simple fallo informático. Pero sabían perfectamente que la máquina que acababa de comprar Vidal era el que hizo que fallaran esas cámaras.
─Rompe la señal de las cámaras de seguridad. –dijo para sí misma Celeste ─Siempre va un paso delante nuestra.
Pegó un golpe con el puño cerrado sobre la mesa. El sonido junto al gesto tan agresivo asustó a Poli que la miró con los ojos desorbitados.


Vestido con el uniforme, Daniel miraba la tumba de Pepe. Las manos en los bolsillos empezaban a sudar de los nervios. Sacó un pañuelo de la chaqueta. Agachándose limpió el poco polvo que ensuciaba la foto en el centro del mármol negro. El brazo al que le acaban de liberar del yeso dolió al frotar. Se levantó de nuevo.
─Perdóname… -dijo Daniel totalmente compungido.
Se imaginó a la mujer de Pedro llorar la muerte de su marido. Gritaría, tal vez pegaría golpes a su pecho y lloraría desconsolada. Acompañada de su hija en todo momento. La cría gritaría ‘’papá’’ continuamente deseando que la llevara sobre sus hombros. Los familiares consternados por la muerte del bueno de Pepe, porque eso era, un buenazo.
Ahora el que lloraba era él. Por más que intentó aguantar las lágrimas, estas salieron sin permiso. Miró hacia el suelo totalmente avergonzado por sus actos. No por llorar, sino por matar a su compañero. Si él fuera estado junto a él, ahora seguramente estarían tras otro delincuente más. Pero no, tenía que ir a comprar un maldito café para respirar. Su maldito humor.
Nunca puso mala cara a sus desplantes, a la forma en la que se encerraba en banda sin dejar a nadie entrometerse. Se creó una coraza. Y nadie sería capaz de traspasarla para llegar a su alma.
Se puso en cuclillas abriendo la mochila colgada a su espalda. Abrió la cremallera y metió la mano sacando los zapatos que le regaló a su hija. Pasó la palma de la mano izquierda limpiando el poco polvo que contenía y los puso frente a la tumba.
─Perdón. –dio un grito desgarrador acentuando el dolor que sentía.
Se levantó y, con lágrimas en sus ojos celestes, caminó con paso firme y la cabeza gacha dejando atrás a su compañero, su amigo.


Apagó el motor del automóvil. Su contacto infiltrado en la banda de Martín Vidal la esperaba en el punto de encuentro. Bajó del coche cerrando la puerta. Pulsó el botón de la llave y los faros parpadearon. Caminó cien metros sentándose en un banco de madera algo desgastada por el cambio de clima y tal vez por los años que llevaba ahí plantado. Varios grafitis lo adornaban de lado a lado. Esperó.
Agradeció llevar la chaqueta. Las temperaturas bajaron considerablemente en los últimos meses. Cuando el sol desaparecía, ese frío acrecentaba sustancialmente. Navidad se acercaba a pasos agigantados, el tiempo volaba. Frotó con ambas manos sus hombros intentando entrar en calor. Echó una ojeada al cielo sin encontrar nube alguna. Es cuando más frío hace.
A esas horas de la madrugada debería estar arropada en su cama. Tapada con miles de mantas protegiéndola del frío.
Tres años siguiendo a los mismos objetivos sin llegar a nada. Desde un año la cosa empezó a mejorar cuando decidieron infiltrar a un policía en esa maraña de delincuentes. El agente infiltrado se presentó por voluntad propia sin ser seleccionado por ella, al contrario de las demás piezas del equipo. Ella sabía perfectamente que algún trasfondo debería de tener el hombre para jugarse la vida de tal manera.
Susana era muy buena en su trabajo, lo hacía de maravilla. Los años desde que se conocían aprendió sus formas de pensar y actuar según llegaran los problemas. En ningún momento, si se lo llegaran a predecir, creería que esa mujer dormiría más de una vez y de cuatro en su alcoba, ni de broma. Le gustaban los chicos, le apasionaba tener un miembro viril en sus manos y llevárselo a sus labios para, después, introducirlo lentamente en su boca y lamer todo lo largo. Podría considerarse bisexual. Nadie dice que el día de mañana se case con una mujer y muera con esa misma persona.
Pedro era otro cantar. Era la típica persona que siempre llega con una sonrisa a trabajar, haciendo alguna broma que otra pero siempre separando la diversión del trabajo, cuando hay que ponerse serios es el primero. A pesar de ser su jefa de equipo y a la misma vez más joven que él nunca tuvo una mala contestación, ni una sola vez.
Poli era el último en llegar al equipo. Casi se podía decir que tenía aún el cascarón pegado en la cabeza. Las grandísimas notas que había sacado en la academia fueron un plus para que Celeste se fijara en aquel chico. Era obvio que necesitaba a un experto informático a su lado las veinte cuatro horas del día si fuese necesario, a veces era necesario.
Unos pasos acercándose le hizo olvidar el frío de la noche. Miró hacia su derecha encontrándose con un hombre que se acercaba con paso ligero hasta ella.
─Van tras las cámaras de seguridad –dijo el hombre sentándose junto a ella.
─Ahora tenemos que averiguar para qué o para quién lo necesita. –cruzó las piernas Celeste girándose un poco para quedar frente a él.
─No es del tipo que habla de sus planes con los demás, ni siquiera con Vidal. –miró a Celeste a los ojos ─Me encargaré de ello, si me acerco aún más y consigo su confianza podré saber quién es el que manda.
─Gracias a que eres Martin Vidal es que hemos llegado tan lejos. –sonrió─ Te dejaré que hagas lo veas oportuno… ─dio luz verde a sus planes ─Tienes luz verde Iván.
─Una cosa más Celeste –se levantó Iván del banco ─Si me llegara a pasar algo, busca a Daniel Iglesias, él sabrá que hacer ─empezó a caminar.
─¿Estás en peligro? –preguntó alzando la voz la morena sin recibir contestación alguna por parte del infiltrado.
Aquella frase de Iván la puso nerviosa. ¿Qué ocurría? ¿Estaría en peligro? Nuevamente, el frío caló sus huesos. Se levantó y con paso firme se dirigió al coche camino de casa.


Entró en el local dispuesto a beber hasta perder el conocimiento. Una, luego otra hasta que perdió la cuenta de cuantas copas se tomó. La camarera era bastante guapa, le hizo ojitos nada más pedir su consumición. Una de las veces vio cómo se subía la falda hasta ver el nacimiento de sus glúteos y luego agacharse para recoger el trapo con el que limpiaba la barra entre copa y copa dejándole ver una maravillosa panorámica de sus bragas.
Y ahora la tenía a sus pies, de rodillas y lamiendo todo su miembro como una auténtica profesional. Se esmeraba en la mamada, lo llevaba hasta el cielo del gustazo que sentía. Tal vez la ayuda del piercing en su lengua la ayudaba a ello.
─¿Te gusta? –preguntó la chica sacando el pene de su boca y cayendo un hilo de saliva por la comisura de sus labios.
Daniel empujó la cabeza de la chica sin contestar para que siguiera con su trabajo. Se quejó por la dureza que usó para que volviera a introducirse su trozo de carne en la boca. Miró a su alrededor. A un lado cajas llenas de bebidas, tal vez no, no lo sabía con seguridad. Seguramente era la despensa del local. Le llegaba un fuerte olor a humedad, miró hacia arriba encontrándose con varias manchas, de ese lugar provenía el olor.
Agarró del pelo rubio de la chica levantándola. La colocó de espalda a él y bajó el tanga verde quedando este adornando los tobillos de la muchacha. La falda se convirtió en un vulgar cinturón arremangado en su cintura.
─Espera –dijo la chica sacando un preservativo del bolsillo de su falda.
Mordió el plástico y sacó, estrujando de abajo hacia arriba, la goma. Daniel, cada vez más mareado atinó en colocarlo en su pene a la tercera vez. Guiando su verga ayudado de la mano izquierda, introdujo el glande y seguidamente el resto del tronco. Comenzó a meter y sacar como un loco. Fuerte, rápido. En aquella habitación de olor a humedad solo se escuchaba el sonido de su pelvis golpear con el trasero de la rubia. Esta gritaba bastante fuerte cada vez que Daniel la penetraba.
En ninguna embestida pensó en la chica, en que ella disfrutara lo mismo que él. Cada arremetida sobre la vagina era como un puñetazo para El Cables, para su jefe que le suspendió durante dos meses, para Pepe por morir y para él mismo por ser un asesino.
─¡Más fuerte! –gritó la camarera.
Por primera vez siguió sus órdenes y embistió con mucha más fuerza. Sintió como llegaba al orgasmo y el condón se llenaba de semen. Sacó el miembro aún duro tras el orgasmo y calló sobre una de las cajas quedando sentado sobre ella. La chica volvió a colocarse la ropa adecuadamente y lo miró.
─Que potencia chico –empezó a reír bajándose la falda después de subirse el tanga.
Se acercó para darle un beso pero Daniel volvió la cara. No necesitaba un beso de esa mujer, solo era un polvo, solo eso. Ni siquiera tenía pensado volver a verla y mucho menos acostarse de nuevo. No hacía falta recordar el nombre, no lo sabía, no lo necesitaba.
Se levantó dejando la caja algo roja por la mitad y subió sus pantalones. No se despidió, solamente, tambaleándose de lado a lado, salió del lugar camino a casa.


El bello crispado, el dolor en el estómago se hacía cada vez más fuerte. Hacía dos horas que la alarma de Iván empezó a sonar pidiendo ayuda, estaba en peligro, necesitaban movilizarse.
Investigaban los posibles francotiradores que Vidal contrataría, todos reunidos leían los dosier que Poli imprimió cuando de repente saltó la alarma. Corrían de un lado para el otro. Poli intentando encontrar a Iván por el GPS de su móvil.
─Lo he encontrado, está en el embarcadero sur, junto al polígono de los olivos.
Todos quedaron parados mirando al anaranjado.
─¡Qué coño hacéis! –gritó Celeste ─¡Venga salid a buscarlo!
Pedro corrió junto a Susana y salió de la oficina. Con suerte lo encontrarían vivo, si no tal vez muerto. Ella descolgó el teléfono y llamó a central.
─Necesito que encontréis un todoterreno de color negro, lunas tintadas ─dijo a la carrera Celeste.
La espera de una simple llamada de sus chicos avisando de buenas noticias la sacaba de quicio. Una hora, tal vez tres cuartos de hora esperó moviendo la pierna derecha nerviosa. Retorcía sus manos apretándolas con fuerza por el color blanquecino de su piel. Necesitaba apretar para no ver el temblor que hacían si las dejaba sobre la mesa. El móvil sonó.
─¿Cómo está? –preguntó nerviosa.
Un silencio tras la línea la hizo presagiar la peor de las escenas.
─No está, no hay rastro de Iván –dijo Susana con tristeza que llegó hasta Celeste como un jarro de agua congelada.


Le dolía demasiado la cabeza. No podía ni siquiera abrir los ojos, creía explotar si lo hacía. Juró que sería la última vez que bebería de tal manera, casi vació todo el local. A su lado sintió el roce de las sabanas y una mano posándose sobre su pecho. La misma mano empezó a jugar con el poco vello erizándole la piel. Los párpados se abrieron y giró la cabeza hacia la derecha.
Se encontró la cara más angelical sonriéndole. Era un ángel tenía que serlo.
─Buenos días dormilón –dijo sin desaparecer esa sonrisa que lo enamoró.
Daniel se acercó a ella y depositó un leve beso en sus labios. Volvió a mirarla, nunca se cansaría de mirarla. Toda la vida si fuese necesario se quedaría en la cama viendo sus ojos pardos, sus labios rosados o su nariz respingona y un poco ladeada hacia la derecha.
Cerró los ojos por unos segundos y volvió a abrirlos. Se exaltó en el momento que ya no la vio junto a él.
─¡Por favor! ¡Ayúdame! –gritó la chica.
Miró hacia la puerta encontrándose a su amada con un puñal en el cuello. Dio un saltó saliendo de la cama.
─¡Déjala! –gritó al enmascarado- ¡Por favor!
El hombre no atendió a sus suplicas y deslizó lentamente la hoja de un lado del cuello hasta el otro. La mirada de ella con lágrimas correteando por sus mejillas y el cuello soltando fluido carmesí. El cuerpo de la chica golpeó en el suelo, muerto. Corrió hasta el cuerpo inerte de su novia. Acarició su rostro. Alzó el cuerpo de la chica agitándolo para que despertara, no podía morir, no así. El cuerpo no respondía, estaba muerta y por su culpa.
─¡Alba! –gritó desencajado.
Sonó el timbre de casa. Abrió los ojos. Había sido un sueño, una pesadilla. La pesadilla que le seguía desde hace años. Volvieron a tocar el timbre. Se levantó de la cama y, en calzoncillos, llegó hasta la puerta, la abrió. Sintió nada más abrir la puerta el frío mañanero. Un leve escalofrío recorrió su torso desnudo. Tenía que ser muy temprano, no miró la hora siquiera.
Se encontró con una mujer de pelo largo y negro. Labios pintados con brillo. Poco pintada. Vestía una falda que le llegaba por las rodillas junto a unos tacones oscuros. La parte superior tapada con una chaqueta de cuero.
─¿Quién eres? –preguntó Daniel mirando a la morena de arriba abajo.
─¿Conoces a Iván Ruíz? –preguntó sin dejar de mirar el torso desnudo del chico.
─¿Qué le pasa? –se tensó, la resaca por arte de magia, al nombrar a Iván, desapareció.
La mujer hizo un gesto con la cabeza señal para que la siguiera. Entró de nuevo hacia su habitación para vestirse e ir con esa morena que no conocía de nada.
En el camino en coche no le comentó nada a pesar de sus preguntas. Creía que irían al cuartel, no esperó ir a una empresa de luz y gas. Caminaron por algunos pasillos, oficinas llenas de gente llamando por teléfono.
─¿Dónde narices vamos? –preguntó impaciente.
─Cuando lleguemos te contaré todo así que cállate un rato –soltó Celeste malhumorada.
Entraron en la última oficina. Dentro solo había tres personas, dos hombres y una mujer.
─Dejadnos un rato –echó a las personas de la oficina ─Siéntate.
Se sentó en una de las sillas. La chica le tiró un dosier que abrió. Contenía fotos de Iván con otro hombre. Subiéndose a un coche, entrando en hoteles. Paseando por la calle.
─¿Estuvo encubierto? –preguntó al aire.
─Lleva un año infiltrado, el hombre al que acompaña se llama Martín Vidal. –cruzó las piernas pulsando la barra espaciadora del portátil para reproducir un sonido en el reproductor.
─Necesito que me hagas un favor. Me comentaste que conocías a un francotirador militar, envíame sus datos cuanto antes –se escuchó la grabación de Martín Vidal.
─Necesitamos a alguien que se haga pasar por francotirador –miró a Daniel esperando alguna contestación.
─¿Quiere que trabaje con Iván? –preguntó alzando las cejas sin creérselo.
─Anoche perdimos todo contacto con él, no sabemos dónde está. –soltó la bomba- Ha sido descubierto.
Daniel se removió incómodo en la silla. Arrugó el dosier aguantando el golpe causado por la noticia.
─¿Está vivo? –preguntó con un hilo de voz.
─Por eso te he llamado, para descubrirlo. No sé que relación tienes con Iván, él me pidió que te llamara si le pasase algo, ni más ni menos. Y por tus trabajos pareces que estas bastante cualificado para esto. ─explicó Celeste.
─¿Cualificado? –sonrió irónico- Por mi culpa ha muerto mi compañero. ¿Y ahora quieres que cuide de Iván? –se levantó de la silla- Voy a hacer como si esta conversación nunca ha existido. –se encaminó hacia la puerta.
─Creemos que ellos tienen algo que ver con la muerte de Alba. –sabía que con esa frase lo convencería.
Daniel quedó parado con la mano puesta en la manivela de la puerta. Con gesto endurecido volvió a mirar a Celeste que pegó un respingo al ver los ojos del hombre. Se alejó de la puerta acercándose a ella, la miró.

─Estoy dentro –miró fijamente a Celeste separados por unos pocos centímetros.

viernes, 28 de agosto de 2015

Ángel&Demonio - 1

Capítulo 1



‘’Se dice que el arcángel Miguel y Lucifer parecen hermanos.
La gente cree que un demonio es mucho más poderoso que un ángel.
¿Pero no es posible que un ángel aparente ser un demonio para poder luchar?
Nosotros ocultamos nuestras identidades al igual que hacen los criminales… para atraparlos.
No encontraran nuestros nombres por más que busquen en los archivos policiales ni en cualquier otro.
Solo tenemos una meta, hacer de este mundo… un mundo más seguro para todos.’’

Shark





CAPITULO 1
Dos timbrazos lo sobresaltaron, se había dejado llevar por el ruido de las olas pegando una tras otra. Le encantaba dejarse llevar mientras estaba sentado en una vieja hamaca que había encontrado el día que se mudo a esa casa, una casa pequeña situada en la costa italiana. Apartada de todo tipo de civilización, varios kilómetros lejos de sonidos desagradables, de personas, de todo.
El y su soledad, jamás se traicionarían. Fieles durante los últimos diez años de su vida, diez años con el corazón seco, oscuro y helado. No necesitaba amor, ni cariño, nada de buenas palabras para alegrarle el día, nada. ¿Para que necesitaba esos sentimientos si su corazón esta muerto?